
¡¡¡Ya voy, ya voy!!! Sois muy impacientes, sabéis que los fines de semana me dedico a la vida bucólica y pastoril, en la que no dispongo de herramientas informáticas, la rutina de la semana hace el resto y justifica el retraso. Pero todo llega, incluso el resumen de la noche en cuestión.
Después de la intriga sobre el sitio, nos reunimos 12 de nosotras y una invitada, Mónica, en el Restaurante Javier Martín de Cáceres. Algunas habían avisado que llegarían un poco más tarde, por estar en un concierto benéfico en el que, luego nos enteramos, cantaba Jeanette, ¡¡¡qué recuerdos!!!; bueno, lo interesante es el resumen de lo allí vivido y sentido por todas nosotras.
Comentamos primero, para entrar en calor, sobre la traducción y si existían o no errores; comentamos algunos de ellos, gramaticales, pero no nos paramos mucho porque rápidamente pasamos a comentar que lo realmente intrigante del libro es el Título: “El cuerpo de Jonah Boyd” que da a entender que de alguna manera va a haber un asesinato, pero realmente su muerte se produce de forma diferente, y a lo largo del libro estás esperando encontrar el por qué del título y lo que va a suceder.
Una cosa curiosa es el hecho de que el cuadro representado en la portada es el mismo que aparece en un libro de cuentos de Willian Boyd, ¿tiene alguna relación con el apellido? También es curioso que alguien del grupo haya leído los dos libros y se haya fijado en la portada, realmente estamos en todo, todo y todo.
Para alguna (sigo la instrucción dicha en la cena de no reflejar los nombres de las que comentaban las cosas), sobraba el último capítulo del libro porque dejaría un final abierto, más interesante. Sin embargo, para la mayoría el último capítulo es fundamental, porque refleja una manera de hacer justicia y es el que cierra la novela.
Nos gustaba a todas la crítica que hace al mundo de la universidad. En relación con los personajes, Anne era entendida por la mayoría aunque algunas la consideraban una egoísta y Jonah Boyd un poco pedante. El personaje de Ben no nos gustaba a nadie y la secretaria, con los años, se aseguró el porvenir.
En la valoración del libro hubo puntuaciones entre de 3 y 5, quedando al final con una media de 3 (en punto, para las de ciencias). Comentamos que es un libro que recomendaríamos para leer, y lo describe muy bien uno sus comentarios píiiiiii (no digo nombres) al decir que tiene un ritmo rápido, pero que le falta poesía en el aspecto de no sentir la necesidad de releer algunos párrafos.
Después estuvimos comentando lo entretenido, divertido y original que había estado en el Blog un relato encadenado de poemas a partir de una prueba que hizo “la boticaria” y cómo muchas se están lanzando a escribir, sobre todo en forma de “anónimo”; por cierto, que se explicó puntualmente cómo se podían agregar comentarios sin aparecer nuestro nombre. Como nos dijo Dulce Chacón, era extraño que ninguna de nosotras escribiese, a pesar de leer tanto. Parece que la solución al problema era simplemente la necesidad del anonimato, ¡¡qué poca autoestima tenemos!!! Por cierto, se aclara la identidad de “la boticaria” que no tiene nada que ver con la única boticaria del grupo.
Después pasamos al sorteo de cosillas que llevan algunas de las asistentes, una de las cosas era un “sorteo con recao”. Los nervios de las asistentes hicieron que fuese un poco caótico: que si entran las invitadas en el sorteo, que si no, que si no es de recibo que luego les toquen las cosas, que es necesaria las normas de educación, etc... ¡en fin!, un poco de envidia a las agraciadas, y todo el mundo contento con los regalos. El “recao” les tocó a Bea y Mónica, se trataba de un libro diseñado y fabricado por Pilar, en el que sus destinatarias deben escribir una novela (no sabemos si proporcional al tamaño del libro).
En la elección del siguiente libro, también fuimos un poco caóticas, a esas alturas de la noche no estaba yo muy por la labor de tocar la campanilla (la verdad es que me olvidaba que era yo la que tenía que poner orden), en un principio volvimos a la eterna discusión de la alternancia entre clásico y moderno, llegamos al acuerdo de la necesidad de esta alternancia, pero no de una forma 1/1, entre otras cosas por la dificultad que entraña muchas veces encontrar ejemplares. De todos los libros elegibles, empataron a puntos 2: Matar a un ruiseñor (difícil de encontrar, aunque está en la biblioteca pública de Cáceres) y El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, que fue el que al final decidimos leer. También concretamos las reuniones que nos quedan hasta el verano, tres: el 15 de abril, la del 22 de mayo en Zafra (nuestro maravilloso encuentro con Sevilla) y la última, por determinar en junio, antes del verano.
Y con el estómago bien lleno de ricos manjares, en una noche grata para mí, gracias a todas vosotras, sintiendo vuestro cariño y cercanía (tan necesario a veces, o mejor, siempre), se despide esta cronista que de antemano pide disculpas por los errores en la trascripción de todo lo que allí se dijo y se sintió.