martes, 8 de julio de 2014

En un lugar del Adarve...

En un lugar del Adarve, de cuyo nombre algunas no habían oído hablar, no ha mucho tiempo que se reunieron unas nobles damas, de buen porte y buen hacer. ¿Do vamos?, preguntaban con recelo. ¿¡Calenda?! Dícese según la RAE, familiarmente, de una época o tiempo pasado; también, para los romanos, el significado de Calenda: “lección del martirologio romano, con los nombres y hechos de los santos, y las fiestas pertenecientes a cada día.
Después de una semana de mala climatología, tuvimos la suerte de una noche de verano, sin frío ni viento desapacible. Quedamos a las 21,30 en el Calenda, pero algunas fueron muy tempraneras y, cuando la organizadora de tan insigne acto llegó al lugar, ya estaban allí tres ilustres damas que ayudaron a la preparación de la mesa para tan noble yantar.
Poco a poco, se fueron incorporando las más rezagadas, unas venían de otras celebraciones, otras de cañitas o cafelitos con amigos, otras corriendo de sus tareas y de sus avatares de última hora, pero flotaba en el ambiente las ganas del reencuentro. Echamos de menos a Carmina y Mayte Macías, sus deberes del cuidado de los enfermos les impidió acudir, un beso muy fuerte de todas las asistentes.
La disposición de la mesa fue del agrado de todas, cuadrada, como mandan los cánones de este grupo. Cada una de nosotras teníamos un pequeño documento junto a nuestro cubierto, un resumen de los personajes y características del libro que habíamos leído y, como acababa de fallecer esa semana Ana María Matute, algunos de sus pensamientos en unas breves frases.
No relato el menú, porque todas teníamos una copia del mismo, variado y para compartir, para que no fuera muy pesado, con una importancia especial en los postres.
Empezamos muy pronto a hablar del libro, cosa que no ha pasado en otras cenas, yo creo que porque tardamos más en sentarnos y ya nos habíamos contado todos los prolegómenos del reencuentro.
El libro, La gran casa de Nicole Krauss, lo habíamos leído la mayoría, alguna no lo había empezado y otras no habían podido terminarlo. Como comentario general, la complejidad de seguir historias tan dispares. El cambio de la primera historia (la escritora) a la segunda (Aaron, un padre con dos hijos muy diferentes y en la que no aparece el escritorio), descoloca a cualquiera.
Comentamos que hemos tenido que releer algunos episodios, que había habido historias que nos habían enganchado más que otras, personajes más creíbles o mejor definidos y otros un poco ambiguos… Hablamos de algunas de las características de los personajes, incluso de las pocas veces que aparecen sus nombres en el texto y, por supuesto, del tipo de narrador (monólogos en este caso). Este punto ya lo habíamos indicado en los contactos del grupo antes de la cena.
Consideramos el libro como muy denso, necesita ser leído de forma continua para no olvidar hechos. Nos ha gustado la forma de narrar algunas ideas y pensamientos de lo cotidiano con las que te sientes identificada, que subrayarías si tienes el libro en papel. Pero muchas de nosotras no lo recomendaríamos, historias sueltas en las que quedan muchos flecos sin resolver, esto molesta especialmente a Maite Fer. Lo mejor de todo, para mí, los descubrimientos que tuvimos sobre la trama del libro, gracias a la segunda lectura que había hecho Maite Fer. Gracias de corazón, yo no me había enterado que la escritora, Nadia, que se dirige a “su Señoría”, se dirige en realidad al hijo- que es juez- de Aaron de la segunda historia, y que lo había atropellado, según te enteras al final, en la última historia. Y, ¿dónde está el escritorio? … En fin, quien quiera saberlo que se lo lea dos veces… Nosotras nos leímos allí las últimas hojas, para aclarar cosas.
Casi sin descansar, porque comíamos deprisa y hablábamos mucho, llegamos a los postres. A estas alturas de la noche, el restaurante se había llenado y teníamos la atención de la mesa vecina en nuestros comentarios. Por fin llegó el postre, “Trufas con Chocolate”, con muy buena presentación nos entregaron a cada una un ejemplar del último libro que habíamos escrito entre todas. No se lo esperaban, porque el libro se había llamado “Una taza de té verde” hasta el final. Procedimos a la firma de ejemplares por las autoras, este vez con menos entusiasmo, será que ya no somos nóveles.
La propuesta de lectura para la próxima cena es “LA MENNULARA” de Simonetta Agnello Homby. Después de mi metedura de pata pensando que lo podíamos conseguir de los grupos de lectura de la Biblioteca Pública de Cáceres, por aquello de retomar los libros en papel, pues resultó que estaba en italiano (no me fijé que no aparecía el nombre del traductor, ¡vaya por dios!). Gracias a Verónica, ya lo tenemos en el ciberespacio y hay uno en papel en castellano en la Biblioteca Pública de Cáceres. La cena será en octubre, el día 2, y lo organiza María José, que gracias a Dios se encuentra ya mucho mejor.
PD.- La preparación del menú para la cena fue un mandato de Doña Tecla, no lo hubiese hecho si no se entregara el libro esa noche (es la segunda vez que lo hacemos en una cena que organizo yo, la primera fue "Patatas a la importancia" en el Aralia). Nos hicimos foto nueva del grupo, faltaba menos gente, creo que lo conseguiremos alguna noche… (he intantado subirla, pero no he sido capaz, algo hago mal.
Y aquí terminan las hazañas de tan nobles damas una suave noche de verano.