Marina Mayoral. Archivo de la autora.
Alfaguara. Madrid, 2011. 360 páginas, 18 euros
Con más de veinte obras, entre novelas y libros de cuentos, escritas en más de treinta años, en castellano y en gallego, Marina Mayoral (Mondoñedo, 1942) ha ido construyendo una trayectoria narrativa que ha ganado en interés y calidad literaria. Esto se cumple también en Deseos, novela redonda que considero la mejor de las suyas. Porque, además de conseguir una estructura narrativa caleidoscópica como artefacto privilegiado para novelar la vida de una pequeña ciudad de provincias, contribuye a ampliar y a anudar con nuevos vínculos el microcosmos literario de la autora, con explícita inclusión de personajes que habían aparecido ya en novelas anteriores.
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Su territorio literario es la ciudad imaginaria de Brétema, creado a partir de su Mondoñedo natal, bien reconocible por su clima de niebla (significado de “brétema” en gallego) y lluvia persistentes, la omnipresencia de la catedral, cuyas campañas marcan el paso de las horas, y la asfixia vital y moral que se apodera de unas gentes condenadas a empujar la vida en un mundo cerrado en el que todos saben de todos y del que solo algunos logran escapar, sin que ello sea garantía de mayor felicidad con respecto a los que allí se quedan. Banalidad y trascendencia se dan aquí la mano, como en tantas novelas contemporáneas, para recrear pasiones y sentimientos, amores y desamores, ilusiones y frustraciones de unas vidas entrelazadas por diferentes nexos de parentesco, amistad, profesión, amor y sexo a lo largo de un día, desde las 6,30 de la mañana hasta las 12 de la noche del 12 de octubre de 1982.
El texto se compone de ocho capítulos rotulados con sucesivas referencias horarias y divididos en varias secciones (algunos con una sola), encabezadas siempre con el nombre del personaje (a veces son dos o tres) en el que se focaliza la visión de lo relatado en dicha sección.Con una estructura narrativa tan precisa en la misma franja horaria para todos los personajes, que se cruzan con frecuencia en las calles de un espacio pequeño y cerrado, el narrador omnisciente va dando cuenta de los problemas y conflictos de cada uno, empezando siempre por el presente y retrocediendo gradualmente hacia el pasado. Para lo cual se va cediendo la visión al personaje anunciado en el rótulo de cada sección manejando con habilidad el estilo indirecto libre, que, con transición natural, deja paso al monólogo interior, a veces en segunda persona autorreflexiva, sin llegar nunca al desorden caótico de la corriente de conciencia. En varias ocasiones el diálogo se impone como técnica preferida para el desnudamiento de almas, como se ve en el admirable ejemplo desarrollado entre Consuelo y Héctor (págs. 177-189). A veces se trata de monodiálogos, como los de Constanza, que se acostó con tres generaciones de los Monterroso, ante las tumbas del padre y del hijo. Y en esta variedad de registros hay que destacar la gracia y la naturalidad del diálogo a tres voces en el desayuno de las tres tías abuelas de Etelvina, la aspirante a escritora, porque su cotilleo preñado de rumores, sospechas y revelaciones da lugar a memorables páginas del mejor humor (129-145).
Dicha estructura narrativa, basada en la reducción espacial y temporal, permite contar un día de la vida de varios personajes nacidos o afincados en Brétema, desde los representativos de la posguerra española hasta los más jóvenes en los 80. Varios han coincidido en su paso por la universidad y han recalado en Brétema. Y el monótono transcurrir del día novelado resulta removido por algunos sucesos que hacen avanzar la acción y también rememorar el pasado. Pero lo importante es el afortunado cruce de pasiones y sentimientos de los personajes. Y así se completa una espléndida novela psicológica, rica en sensaciones y matices, en la que todo confluye en un canto al amor y a la escritura.