jueves, 4 de diciembre de 2014

Al envejecer, los hombres lloran

CULTURAL / LIBROS

«Al envejecer, los hombres lloran», una novela minimalista de Jean-Luc Seigle

Día 19/11/2013 - 20.17h

Un solo día de 1961 le sirve a Jean-Luc Seigle para novelar la lucha contra el progreso de un pequeño pueblo. Una novela que expresa la tragedia de lo cotidiano pero se eleva más allá del tópico

«Al envejecer, los hombres lloran», una novela minimalista de Jean-Luc Seigle
La guerra de Argelia, a la que pertenece esta imagen, marca el inicio de la novela de Jean-Luc Seigle
Delicada epopeya de la derrota y la renuncia, de la rebeldía y el sacrificio en aras del progreso, «Al envejecer, los hombres lloran», del dramaturgo y guionista francés Jean-Luc Seigle, es una novela sorprendente e inusual. Tras la apariencia de ser tan solo una modesta y minimalista tragedia de lo cotidiano, se eleva continuamente del tópico para alcanzar altas cuotas de «poesía e imaginación», como se dice en esta particular e incruenta «guerra de tiempos». Una guerra que se pelea en un pequeño e insignificante pueblo galo de apenas setenta habitantes, en el interior de sus gentes, mientras los fantasmas de dos guerras mundiales se pasean aún por todos los rincones, tanto físicos como mentales.
De forma desgarradora y dolorosa, «Al envejecer, los hombres lloran» da cuenta del inicio de una época de mutaciones que lo cambiará todo. Durante el único día, el 9 de julio de 1961, en que transcurre esta subyugante novela, el pueblo de Assys se dispone a recibir su primer televisor. Será en casa de los Chassaing, que han sido avisados de que su hijo mayor, destinado en Argelia, va a ser entrevistado para un reportaje. Con ese motivo, todos los vecinos se han reunido en el salón e incluso alguno se ha arreglado y emperifollado como si fueran al teatro.
Albert Chassaing, el padre y héroe discreto y aparentemente sencillo de esta callada epopeya, un nostálgico y romántico resistente de los viejos tiempos, lleva el peso de la narración. Todo gira alrededor de él, que acabará sellando el paso de un mundo a otro. Hace tiempo que dejó el campo y las costumbres de sus mayores para entrar a trabajar de obrero en la cercana Ciudad Michelin.

Frágil pulmón de acero

Su mujer, Suzanne, deslumbrada por las heroínas de telenovela, es una abanderada de la palabra «moderno», «que todo el mundo tiene en la boca y que es el diapasón de los nuevos tiempos». Su único sueño es vender la vieja casa donde viven y comprarse un chalé o un piso en la ciudad. De momento, va vendiendo poco a poco a un chamarilero las antiguallas de los padres de Albert.
Albert, además, es un curtido veterano de la poco honrosa línea Maginot, que hundió a los franceses en la más chusca y vergonzosa de las derrotas. Esa mañana, por primera vez en su vida, ha derramado unas lágrimas nada más despertarse. El pudor siempre le impidió cualquier manifestación de sus sentimientos. Pero hace tiempo que siente que todo se hunde a su alrededor y que sobra en este mundo. Tan solo su hijo pequeño, Gilles, de diez años, un enviado de lo mejor de un futuro aún por llegar, un lector embriagado de todo lo que cae en sus manos, le mantiene aún atado al frágil pulmón de acero de su cada vez más desilusionada existencia.
Esa existencia no deja de recibir nuevos golpes, como ahora mismo, con esa amenaza que se cierne sobre todos ellos: la concentración parcelaria. Una expresión que Albert detesta, ya que deja suponer de repente «que el mundo de sus antepasados había sido un mundo desarticulado, sin estructura, una especie de gran cadáver». A ese cadáver solo cabe enterrarlo a toda prisa y por la puerta de atrás, por la de la recogida de desechos inservibles. Unos desechos que a todos ellos les recuerdan épocas de escasez y subdesarrollo, de derrotas bochornosas, como esa línea Maginot que nadie quiere recordar.
Lo único que angustia a Albert es saber quién cuidará del sensible y perspicaz Gilles. Él es diferente y desde luego no ha heredado la vulgaridad y el entusiasmo por el consumo de su madre, la bella Suzanne. Pero ese día Albert ha descubierto cómo arreglarlo, para cuando él ya no esté. Un providencial recién llegado al pueblo, un maestro jubilado de París, con una enorme biblioteca, cumplirá con creces su papel de introductor de lo mejor de la nueva era en la mente y en el corazón –un bello corazón, aún intacto y sin corromper– del pequeño Gilles.

Al envejecer, los hombres lloran

lunes, 1 de diciembre de 2014

ACTA DE LA CENA DEL 20 DE NOVIEMBRE DE 2014 EN HOMARUS




FECHA DE LA CENA: 20 NOVIEMBRE
LUGAR DE CELEBRACIÓN: HOMARUS
LIBRO A DEBATE: EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA, de A. PÉREZ REVERTE

Después de un pequeño susto inicial por culpa de un malentendido con la colocación de la mesa, nos reunimos en el Homarus (con bastante puntualidad, dicho sea de paso) las 11 participantes en la cena del 20 de Noviembre de 2014. Faltan Carmina, Isamari, Mª José, Pilar y Rosalía, y tenemos dos invitadas: Mª Victoria Rodríguez - por parte de Pilar, e Inés Campos – mi invitada.


          Tras los chascarrillos de rigor, saludos iniciales y apertura de un regalito cortesía de la organizadora, comenzamos a hablar del libro sin esfuerzo. Por no hacer muy pesada esta acta, voy a intentar ser breve y concretar las opiniones respecto al libro y su autor.

Aunque no todas estuvimos de acuerdo en nuestra valoración del libro, en lo que sí hubo una opinión generalizada fue en que la parte dedicada al tango era la que más nos había gustado (tango 1 – ajedrez 0); todas coincidíamos en que nos había resultado fácil imaginar aquellos antros de Buenos Aires con su atmósfera cargada de humo y sensualidad. Algunas apuntaron que Pérez Reverte tiene un gran dominio de la lengua en su forma de escribir y describir situaciones, aunque para otras, por el contrario, esta forma de escribir resultara un poco pesada, por decirlo suavemente. Casi todas habíamos leído con facilidad hasta la mitad del libro, más o menos, encontrando ya un poco más aburrida la última parte dedicada al ajedrez; también Pilar, que me había dejado por escrito su opinión respecto al libro (opinión que fue transmitida a las demás integrantes de la mesa de debate), reconoce que no pudo leer más allá de la mitad del libro.


Otro punto de debate fueron los personajes. Tanto Max, un vividor sin sentimientos, como Mecha (¡vaya nombrecito, con lo bonito que es Mercedes! -  dijo alguna), personaje de sentimientos difíciles de clasificar, nos resultaron en general fríos y planos, y no digamos ya el resto: Jorge, ese hijo tan concentrado y calculador; Irina, esa novia de Jorge tan fría; Armando, ese marido de Mecha que se nos ha hecho antipático a todas… En fin, ninguno nos resulta muy interesante como personaje en sí mismo.

         Aunque nos resultó interesante la estructura temporal del libro, a veces nos ha parecido un poco incómodo por no reconocer, al comenzar un capítulo, en qué momento nos encontrábamos. La forma de escribir nos ha parecido un tanto irregular, a modo de nuestros relatos encadenados – dicho por Pilar en su opinión escrita.


A todo esto, a Beatriz se le ocurrió solicitar a través del whatsapp que las lectoras que faltaban expresaran su opinión, y fue Rosalía la primera –y única- en contestar (¡mejórate pronto, Rosalía!).

También hablamos de la época en la que se desarrollaba la historia del libro, aunque sin profundizar mucho en el momento histórico como tal (Franco, guerra civil, guerra mundial…). Tratamos de situar el año en el que tiene lugar la acción en la parte dedicada al ajedrez, y llegamos a la conclusión de que discurría en los años 60-65.

Para terminar, nos preguntamos si Max finalmente vuelve a desaparecer de la vida de Mecha y todas coincidimos en que está claro que sí, que se va, pero dejando el collar de perlas como demostración final de ese amor que no ha sido capaz de expresar.

A la hora de elegir el libro a leer en la próxima cena, hice entrega de un dossier con los argumentos de tres libros propuestos por Pilar (a quien le toca, por cierto, organizarla): “Al envejecer, los hombres lloran” de Jean-Luc Seigle, “A la caza del amor“ de Nancy Mitford, y “La hondonada“ de Jhumpa Lahiri. Una vez leídos por todas y propuestos a votación, resulta ganador el primero. Aprovechando este momento, se abre un debate sobre la forma que pueda resultar más adecuada para la propuesta de los libros, y llegamos a la conclusión de que el libro para la siguiente cena será propuesto por la organizadora de la misma; en el caso de que esa persona no esté presente en la cena en la que le toque proponerlos, nos comunicará los libros que sugiere para la siguiente cena de la manera que considere oportuna (whatsapp, blog, correo electrónico…). Resumiendo, y a modo de ejemplo didáctico: como Pilar es la organizadora de próxima cena, es ella quien ha sugerido en esta cena las posibles lecturas para la próxima, a pesar de no estar presente. 
¡FELICES FIESTAS A TODAS!

Determinamos la fecha de la próxima cena, que tendrá lugar el 8 de Enero de 2015, y será la cena de Navidad: traeremos un regalito de 10 euros (hemos subido un poco el presupuesto para hacer más fácil la búsqueda del regalo), y se ha acordado que tiene que ser una PRENDA DE ROPA (no pueden ser complementos – foulards, cinturones, bisutería, pendientes…, sino ropa). Se decide así para que no haya tanta disparidad en los regalos.


Y, cuando son casi las 12 de la noche, nos despedimos con mucho alboroto deseándonos felices fiestas, porque ya no nos volveremos a reunir hasta después de Navidad.


Espero que os haya resultado agradable la lectura de este acta. No puedo poner fotos del evento porque no hicimos ninguna…¡qué fallo!