miércoles, 13 de enero de 2016

MALÉN ÁLVAREZ: VERDAD EN LA ESCRITURA

12 enero, 2016

“Cuando sea vieja y todo mi trabajo consista en contemplar el paso de las estaciones para confundirlas siempre con otras primaveras, quiero hacerlo siempre desde un gran ventanal, para gozar de un solo golpe del tiempo que ya no me queda”.
Malén Álvarez, El ancho olvido, 2004.
Nostalgia. El cristal frío de una tarde de lluvia y el vapor del aliento que lo empaña. Los colores de la juventud y el sonido de una risa que se apagó hace tiempo. Y otras muchas, diferentes sensaciones, imágenes en las que nos sumerge este párrafo. Imagen: es la clave de la deliciosa prosa de la escritora Malén Álvarez. Pocas cosas se valoran menos que la cultura en nuestra sociedad, pero es difícil convencer a los amantes de la literatura, las series o el cine de que son bienes de lujo cuando sabemos que la sed de historias es una necesidad. Historias que nos hacen vivir otras vidas, viajar a mil lugares o saborear la cotidianidad que pasa de largo en nuestro día a día. Una búsqueda de experiencias que encuentra un lugar idóneo en la obra de esta autora, con un característico estilo visual que consigue a través de diferentes recursos que envuelven al lector en esa otra realidad.
IMAGEN 1- niña
Una trayectoria de más de veinte años de publicaciones que recorren la novela, con títulos como El Altozano (1992), La cáscara amarga (1999) o El ancho olvido (2004), relatos en revistas y volúmenes colectivos como las explosiones literarias de Oswiecin (Alcántara, 2005), Espejos (La quinta dimensión, 2009) o Es lo que ocurre con los sueños (Norbania, 2014), y cuentos, no sólo aquellos que nos hacen entrar en otras tierras y otros tiempos como su última publicación Un cuento corto (Letras para crecer II, 2015), sino los que nos hacen chocar con la realidad, de por ejemplo, el maltrato a la mujer, como es el caso de Consuelo (Somos dos con dignidad, 2004). Un abanico de historias de todo tipo con un arma infalible en común que atrapa al lector: la verdad, que nos hace conectar. Enmascarada en fantasía o en una bella crudeza, la escritora demuestra que no es sinónimo de realidad. ¿Cómo se crea “verdad” en un libro?
En una entrevista concedida a Libre Producciones en 2015, encontramos una clave importante de la verdad de Malén Álvarez. La autora habla de cómo su proceso de creación parte de su entorno inmediato para añadir después una buena dosis de imaginación: “Yo creo que uno escribe de lo que conoce, y lo que conoces es tu vida, tu biografía y tu entorno inmediato. Es verdad que luego el escritor recrea y miente o disfraza (…), y la imaginación la dejas volar.” Esta afirmación se traduce en uno de los rasgos fundamentales de su escritura: los temas empapados de cotidianidad pero casi siempre con un tinte de fantasía que sigue los pasos del realismo mágico hispanoamericano, profundizando en la realidad a través de la magia que hay en ella. Así, en la novela El Altozano (1992), la autora parte de una premisa fantasiosa en la que tras la muerte de su abuela, la protagonista se equivoca al marcar un número de teléfono y encuentra al otro lado precisamente a su abuela, pero hace más de cincuenta años atrás. Y enLa cáscara amarga (1999) por el contrario, el punto de partida es absolutamente realista (la herencia de una casa que sorprende a la protagonista al comenzar la historia), pero la novela está cargada de elementos imposibles: un lechero al que su vaca lamió la calva y ahora luce una melena de color azul, una estanquera que sólo habla con versos alejandrinos y la tía de la protagonista que enrolla cáscaras de naranja en sus muñecas para liberar las penas.
IMAGEN 2-Malén
Otro rasgo de su entorno inmediato que reconocemos en su obra es la frecuente narración en primera persona y siempre desde un punto de vista femenino, además de incluir dos protagonistas fundamentales: el espacio y el tiempo que nos sitúan en el aquí y el ahora de esa forma tan intensa en la obra de esta autora. Estos elementos son esenciales en la sensorialidad de las escenas que describe Malén Álvarez. El tiempo en forma de luz, de estación o de arrugas en la piel que nos daba esa nostalgia inevitable en el texto con el que comenzábamos el artículo. Y los lugares que, aunque imaginarios en muchos de sus relatos, parten de un paisaje cercano para la autora, como en el caso de El ancho olvido (2004), donde Lisboa, en la que vivió una temporada de su vida, se involucra con olores, colores y presencias en la historia, según sus propias palabras.
IMAGEN 3-Lisboa
Decíamos que verdad no es sinónimo de realidad, aunque se parta de ella. En la verdad de esta obra interviene de forma decisiva el foco sobre los detalles (a veces cotidianos, a veces mágicos, a veces ambas cosas), el darle otra mirada a las cosas que pasan por nosotros día a día. Esos detalles son narrados a través de un estilo muy particular de “prosa-poética”, y la combinación resultante es un discurso intuitivo pero muy trabajado para encontrar la palabra precisa que te sumergirá en su mundo.
“La llegada del buen tiempo, la ligereza del aire, el olor de las flores que comenzaban a abrir, llenaban el cuarto de la costura de risas a media voz, de susurros de siesta y crujidos de almidones que ocupaban el ambiente con un alboroto de pajarera.”
Malén Álvarez, Un cuento corto, 2015.
IMAGEN 4-Sorolla
Involucrarte en la historia de un libro, donde puedes detenerte, releer o aislarte por completo, donde la imagen se crea directamente en nuestra mente, adaptándose a nosotros y a nuestra propia verdad no sólo consiste en una experiencia única con la que poder saborear a nuestro ritmo un relato, sino que también se convierte en una potente forma de sensibilización. Desde un punto de vista muy íntimo, los relatos de Malén Álvarez ponen además voz a dramas impactantes, históricos o sociales. Es el caso de los relatos de Oswiecin (Alcántara, 2005), donde la mirada de la autora a la tragedia del holocausto judío y el campo de concentración de Auswitch se manifiesta en forma de monólogos de los dueños de esas gafas apiladas, trenzas, montones de maletas y zapatos desparejados cuando aún eran suyos. Consuelo(Somos dos con dignidad, 2004) sigue un formato muy parecido, desarrollando la historia de una mujer maltratada a través de las miradas de distintos personajes.
“Los árboles no se mueven con el viento. Ni se mecen sus hojas con la brisa. El sol no me ciega y ya es mediodía”
Malén Álvarez, prólogo de Oswiecin, 2005.
IMAGEN 5-Balneario
Esa verdad que buscamos en las historias, no es única ni igual para todos. Retomando las palabras de la autora, “lo que conoces es tu vida y tu entorno inmediato”, y eso es diferente para cada uno de nosotros. Es difícil buscar una verdad universal, y lo que puede llegarle a algunos, a otros quizá les deje indiferentes. Sin embargo, dentro de esta premisa hay una gran diferencia entre la escritura que sale de nosotros (aunque luego añadamos elementos externos más o menos conocidos, investiguemos e imaginemos) y la escritura que no ha sido sentida. La obra de Malén Álvarez está llena de movimiento, el movimiento que se genera cuando combinas opuestos (¿o quizá complementarios?) como emoción y técnica, prosa y lírica, realidad y fantasía. Está llena de vida, de su verdad. Y los textos, las películas, las historias de verdad nunca te dejan indiferente.
“Entonces, cuando se cerraba definitivamente la puerta, el murmullo de la galería se apagaba, y quedaban enredadas entre los hilvanes las palabras, hasta el día siguiente en que todo volvería a comenzar.”
Malén Álvarez, Un cuento corto, 2015.
Milena Cañas