"Solo una vez, desde que tengo móvil, he olvidado apagar su sonido antes de entrar en un lugar en que deba ser silencioso. Lo apago sistemáticamente como un movimiento histérico al de entrar en el cine, en una conferencia o en una iglesia. Lo silencio incluso cuando subo a un tren o en un autobús cuyo recorrido supere el perímetro urbano. Sólo una vez, tan sólo una, se me olvidó y fue precisamente el día en que Dulce, de vuestra mano, vino a Cáceres.
Aquella tarde, después de su presentación y las palabras de Rosalía, Dulce nos habló de su obra, de sus motivaciones para escribir y del placer de finalizar un libro. También nos hablaba de su difícil itinerario vital y de la plena alegría de volver a querer y con sus palabras conseguía un éxtasis empático en aquel auditorio femenino. Más de repente, ¡Zas! Un puto móvil sonó alto, exagerado y desconsiderado.
Yo, segura de mi inocencia, maldije interiormente a la dueña del aparato hasta que, horrorizada, me di cuenta de que la dueña era precisamente yo. Mientras desesperada buscaba dentro del bolso el travieso teléfono que se escondía detrás de otros objetos, deseaba desaparecer, morir incluso, ya que la muerte me parecía la única excusa suficiente para tamaña inoportunidad. La muerte no llegó y sólo pude pedir perdón desde detrás del rojo de mi cara. Entonces Dulce esbozó una generosa sonrisa y recitó un improvisado verso que resolvió la situación de manera delicada y jocosa.
La vida siguió para mí, para todas nosotras y me alegra porque, aunque siguió cargada de su ausencia, esa visita suya siempre será un recuerdo que afiance la amistad de las chicas de la cena del libro. Por mi parte a veces la sueño en su eternidad escribiendo un libro en el que cuenta como una vez un puto móvil estropeó su acto
Besos a todas. Pilar"
Cuando sea vieja, vestiré de morado,
con un sombrero rojo que ni haga juego,
ni me quede bien,
y me gastaré el dinero de mi jubilación
en coñac y guantes de verano,
y sandalias de raso.
Y diré que no hay dinero para mantequilla.
Me sentaré en el pavimento
cuando esté cansada
y devoraré muestras de las tiendas
y oprimiré los botones de alarma
y rasparé con mi bastón los barandales de las calles.
Y compensaré la austeridad de mi lejana juventud.
Saldré a caminar bajo la lluvia en zapatillas,
y arrancaré flores de jardines ajenos
y aprenderé a escupir…
Pero, tal vez debiera practicar un poco todo eso desde ahora.
Así la gente que me conoce no se asombrará,
ni se escandalizará al ver que, de pronto,
soy vieja y me empiezo a vestir de morado.Jenny Joseph ( Birmingham, Inglaterra, 1932). Periodista y poeta.
3 comentarios:
Estupenda anécdota, es curioso que siempre que suena un móvil pensamos que no es el nuestro.
Por eso yo he grabado la voz de mi hijo en la alarma, gritando a pleno pulmón: "mamá, te están llamando, mamá coge el teléfonoooooo!!!. Imposible equivocarme y echarle las culpas a las demás... aunque la vergüenza de que suene sea la misma y el maldito invento siempre sea lo último que aparece en ese saco sin fondo que son nuestros bolsos.
Pilar, leo el relato y parece que te estoy viendo cómo lo cuentas. No recordaba el momento "móvil" pero es verdad que debe ser tremendo que te pase. Por favor mañana en la charla de Marta Rivera de la Cruz, recordarme que lo apague!!!!!!
un beso también para tí.
Pilar: me ha encantado la historia del "puto movil", me acuerdo de la escena, me acuerdo de ti buscando el movil, que bien lo cuentas y que bien escribes, por favor sigue ayudando a recordar cosas pasadas.
Besos,
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