Cuando sea vieja, vestiré de morado,
con un sombrero rojo que ni haga juego,
ni me quede bien,
y me gastaré el dinero de mi jubilación
en coñac y guantes de verano,
y sandalias de raso.
Y diré que no hay dinero para mantequilla.
Me sentaré en el pavimento
cuando esté cansada
y devoraré muestras de las tiendas
y oprimiré los botones de alarma
y rasparé con mi bastón los barandales de las calles.
Y compensaré la austeridad de mi lejana juventud.
Saldré a caminar bajo la lluvia en zapatillas,
y arrancaré flores de jardines ajenos
y aprenderé a escupir…
Pero, tal vez debiera practicar un poco todo eso desde ahora.
Así la gente que me conoce no se asombrará,
ni se escandalizará al ver que, de pronto,
soy vieja y me empiezo a vestir de morado.Jenny Joseph ( Birmingham, Inglaterra, 1932). Periodista y poeta.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Murió Agustín Villar
© S. García. El Periódico Extremadura (junio 2010)
Anoche murió Agustín Villar Ledesma (1944). Salmantino de nacimiento,
llevaba treinta y tantos años en Cáceres, ciudad a la que llegó como
funcionario del cuerpo de Inspección de Trabajo y en la que, desde 1979
hasta 1997, con gobiernos de vario signo, fue Director Provincial de
Trabajo. Para mí, como para muchos de mis amigos, Agustín Villar fue un
escritor relevante en los años ochenta, autor de un libro
extraordinario, singular en aquel tiempo, Seducción de la bruma
(1982), también modelo de gusto editorial en una época aún marcada por
las carencias en Extremadura. Su nombre, por aquellos años, prestigió
premios como el "Antonio García Oriozabala" de la Asociación de la
Prensa de Badajoz o el "Constitución" de narrativa, por mencionar los de
la región; pues también obtuvo el Premio Internacional de Relatos
Miguel de Unamuno en 1991. Brillante y avisado autor de libros poéticos,
sugerente narrador que fue de los primeros en adentrarse en el
microrrelato en aquellos tiempos, Agustín Villar terminó encontrando en
el aforismo, en la verbalización sucinta y espasmódica de su
pensamiento, conscientemente rebelde hacia las convenciones de género
(literario), una voz que también abrió —con menos eco ya, injustamente—
nuevos cauces en la literatura de autores extremeños; y él lo era. A su
sombrío estado de ánimo creativo en los últimos años se asomó, en enero
de este 2012, la enfermedad, el cáncer que se lo ha llevado. Un sábado
de la primavera del último marzo, mientras paseábamos por las
inmediaciones de su casa, me mostró su desapego por lo literario en una
hora tan grave, su distanciamiento de la escritura. Solo leía, y poco;
veía películas. "Es preciso aprender a esperar", parecía que nos
decíamos, en sentidos distintos, aquella tarde durante nuestros
silencios, mientras él —seguro— pensaba en aquello de "las aspiraciones
de un condenado" que escribió en Razón de mudo (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2008), el libro
fundamental de su última época que tomó como subtítulo ese "Es preciso
aprender a esperar". Luego hablamos por teléfono; y solo, ya finalmente,
con Lola, su mujer, que hablaba de sus temores. Hace demasiado tiempo,
hasta hoy. Me acuerdo mucho de él, de Pilar, de sus hijas, de su
palabra. "El amor a la escritura puede servir para otorgar unidad y
coherencia a nuestros actos", escribió. Cáceres debería rendirle un
homenaje civil, literario. Lo merece.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Yo conocía poco a Agustín y no he leído nada de lo que ha escrito, pero he sentido mucho su muerte, sobre todo porque conozco a Pilar. Descanse en paz.
Yo solo lo conocía por tus comentarios en las cenas. Descanse en paz.
Lo he sentido mucho. Un abrazo para toda su familia
Publicar un comentario