miércoles, 24 de octubre de 2012

Murió Agustín Villar

viernes, octubre 19, 2012

Agustín Villar



© S. García. El Periódico Extremadura (junio 2010)
Anoche murió Agustín Villar Ledesma (1944). Salmantino de nacimiento, llevaba treinta y tantos años en Cáceres, ciudad a la que llegó como funcionario del cuerpo  de Inspección de Trabajo y en la que, desde 1979 hasta 1997, con gobiernos de vario signo, fue Director Provincial de Trabajo. Para mí, como para muchos de mis amigos, Agustín Villar fue un escritor relevante en los años ochenta, autor de un libro extraordinario, singular en aquel tiempo, Seducción de la bruma (1982), también modelo de gusto editorial en una época aún marcada por las carencias en Extremadura. Su nombre, por aquellos años, prestigió premios como el "Antonio García Oriozabala" de la Asociación de la Prensa de Badajoz o el "Constitución" de narrativa, por mencionar los de la región; pues también obtuvo el Premio Internacional de Relatos Miguel de Unamuno en 1991. Brillante y avisado autor de libros poéticos, sugerente narrador que fue de los primeros en adentrarse en el microrrelato en aquellos tiempos, Agustín Villar terminó encontrando en el aforismo, en la verbalización sucinta y espasmódica de su pensamiento, conscientemente rebelde hacia las convenciones de género (literario), una voz que también abrió —con menos eco ya, injustamente— nuevos cauces en la literatura de autores extremeños; y él lo era. A su sombrío estado de ánimo creativo en los últimos años se asomó, en enero de este 2012, la enfermedad, el cáncer que se lo ha llevado. Un sábado de la primavera del último marzo, mientras paseábamos por las inmediaciones de su casa, me mostró su desapego por lo literario en una hora tan grave, su distanciamiento de la escritura. Solo leía, y poco; veía películas. "Es preciso aprender a esperar", parecía que nos decíamos, en sentidos distintos, aquella tarde durante nuestros silencios, mientras él —seguro— pensaba en aquello de "las aspiraciones de un condenado" que escribió en Razón de mudo (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2008), el libro fundamental de su última época que tomó como subtítulo ese "Es preciso aprender a esperar". Luego hablamos por teléfono; y solo, ya finalmente, con Lola, su mujer, que hablaba de sus temores. Hace demasiado tiempo, hasta hoy. Me acuerdo mucho de él, de Pilar, de sus hijas, de su palabra. "El amor a la escritura puede servir para otorgar unidad y coherencia a nuestros actos", escribió. Cáceres debería rendirle un homenaje civil, literario. Lo merece.

3 comentarios:

Julia Campos dijo...

Yo conocía poco a Agustín y no he leído nada de lo que ha escrito, pero he sentido mucho su muerte, sobre todo porque conozco a Pilar. Descanse en paz.

Verónica R. dijo...

Yo solo lo conocía por tus comentarios en las cenas. Descanse en paz.

Maite F dijo...

Lo he sentido mucho. Un abrazo para toda su familia