Cuando sea vieja, vestiré de morado,
con un sombrero rojo que ni haga juego,
ni me quede bien,
y me gastaré el dinero de mi jubilación
en coñac y guantes de verano,
y sandalias de raso.
Y diré que no hay dinero para mantequilla.
Me sentaré en el pavimento
cuando esté cansada
y devoraré muestras de las tiendas
y oprimiré los botones de alarma
y rasparé con mi bastón los barandales de las calles.
Y compensaré la austeridad de mi lejana juventud.
Saldré a caminar bajo la lluvia en zapatillas,
y arrancaré flores de jardines ajenos
y aprenderé a escupir…
Pero, tal vez debiera practicar un poco todo eso desde ahora.
Así la gente que me conoce no se asombrará,
ni se escandalizará al ver que, de pronto,
soy vieja y me empiezo a vestir de morado.Jenny Joseph ( Birmingham, Inglaterra, 1932). Periodista y poeta.
viernes, 5 de abril de 2019
ACTA DE LA CENA 4 de abril 2019
Anoche tuvimos nuestra querida cena.
Me arriesgué a cambiar de sitio, ya llevábamos varias en el mismo restaurante y cada vez que nos reuníamos comentábamos que era un local muy ruidoso, sobre todo si había más mesas ocupadas.
Nos reunimos en la “Tapería la Majá”, en los soportales de la Plaza Mayor. Es un local pequeño, pero tiene una parte de comedor en el que podíamos tener una mesa amplia y además, estar solas.
A pesar de la noche desapacible, con frío y llovizna, estuvimos puntuales todas las que habíamos confirmado la asistencia, nada menos que 10, para comentar el libro que se llamaba “Diez mujeres” de Marcela Serrano. Muy curiosa la coincidencia.
Cenamos a base de ensalada con varias raciones, rejos, churrasco de pollo y carrilleras de ibérico. Nos faltó la sopa, como decían algunas, pero el frío no estaba previsto.
Enseguida empezamos a comentar el libro. Todas habíamos leído más de una historia, las que había indicado Pilar entre ellas. Menos mal que Maite Fer tenía un resumen, porque a la mayoría nos ha resultado imposible asociar nombre e historia de cada una a la primera.
Maite iba diciendo el nombre de la mujer y comentábamos: la alcohólica, la violada, la actriz, calla negra... nos iba leyendo el resumen de cada una y pasábamos a comentar algunos detalles. En general, algunas historias nos han parecido flojas y otras impactantes.
El lenguaje que emplea y cómo describe las cosas, aunque fueran trágicas, nos ha gustado. Para algunas, la reunión de las historias era un poco forzada, sin embargo Isa Mari decía que todas tenían en común la soledad, el sentimiento de estar solas en el silencio de sus propias historias. El hecho de reunirlas como terapia de apoyo entre ellas.
Comentamos la diferencia con el otro libro de Marcela Serrano que habíamos leído en el grupo, y que tanto juego dio, El albergue de las mujeres tristes; recordábamos dónde fue la cena y el tango que llevó Marga grabado. Para Rosalía éste otro libro era mejor que el que hemos leído ahora, otras no recordábamos con exactitud la historia del Albergue.
Mientras hablábamos, nos fuimos comiendo todos los platos, incluido el postre. Faltaba concretar fecha y libro próximos.
La fecha en mayo, barajamos en principio el 16, pero no podían dos y pasamos al 23, tampoco podían otras y al final, un poco liadas, decidimos que era buena fecha el 9.
En cuanto al libro, nos costó decidir qué hacer. Por una parte, no estaba presente la encargada de la siguiente cena, María José y no sabíamos si ella podría organizarla. La organizadora de ésta, una servidora, no había llevado ninguna propuesta, y tampoco ninguna de las presentes tenía un empeño especial en un libro concreto.
Rosalía proponía que leyéramos alguno de Stefan Zweig, pero no nos atraía ninguno y además, ya habíamos leído varios.
Al final, entre comentarios muy graciosos y con carcajadas de todas, decidimos “La cocinera de Castamar” de Fernando J. Muñez (leída por dos personas del grupo). Una novela de época, con sus intrigas y que nos permitiría, además, cultivar la historia de la España de 1720, así no sería una lectura tan frívola como podría parecer a simple vista. Isa Mari comentó que había comprobado que los libros de cocina de aquella época a los que se hace referencia en el libro, están disponibles en internet.
Con estas decisiones tan sabias, y un rato muy agradable de risas y calor humano entre nosotras, nos fuimos hacia el parking donde habíamos dejado los coches, cerquita del restaurante porque la noche no invitaba al paseo.
Será por la edad o por las risas del final, pero no recuerdo si tenemos que ir vestidas de goyescas o no…
Muchas gracias a todas por una velada tan agradable, fue una noche importante para nuestra propia terapia colectiva, como lo fue para las 10 mujeres del libro.
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3 comentarios:
Muy bien descrito, Rosa, la verdad es q fue una velada muy agradable, con viandas casi tan ricas como las q se describen en el libro q vamos a leer (yo ya lo he empezado, me he enganchado y llevo ya 300 páginas del tirón...). Pero lo más importante fue que, a pesar del fresquete ambiental, hubo mucho calor humano y muchas risas “curativas”, y ambas cosas siempre son de agradecer.
Leí el acta el mismo día que se publicó (¡vaya rapidez!), sobre todo por la curiosidad, ya que no pude ir a la cena. Escribí un comentario pero veo que no lo publiqué (no era nada importante, seguro).
Estupenda el acta (que me ha provocado envidia). Yo creo que cuando estamos más de 10 es difícil que salga todo tan bien.
Un abrazo
Gracias Rosa por el Acta, es muy agradable leer la después de haber disfrutado de la cena y de los comentarios.
Un abrazo
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