viernes, 15 de noviembre de 2013

EL LIBRO QUE ESTOY LEYENDO

Para romper el hielo, voy a inaugurar esta nueva sección que se propuso ayer en la cena, en la que cada una podemos hablar un poco sobre el libro que estemos leyendo en la actualidad; creo también que podríamos hablar sobre algún otro libro que hayamos leido ya hace tiempo, pero que nos haya marcado de una u otra forma.

En este momento estoy leyendo un libro que se llama "Tres hombres en una barca (sin contar un perro)", novela publicada en 1.889 y escrita por Jerome K. Jerome.

Parece ser que es una historia contada con mucho humor que trata sobre tres amigos algo hipocondríacos que deciden embarcarse por el Támesis un fin de semana, acompañados por el perro del narrador (que es el propio autor). Todavía no llevo el libro muy avanzado, aunque sí lo suficiente como para haberme reído ya un rato con algún fragmento, como éste que os pongo a continuación:

...“Es fantástico, pero jamás he podido leer el anuncio de un específico sin llegar a la conclusión de que sufro la enfermedad allí descrita bajo su forma más virulenta. El diagnóstico siempre corresponde a las sensaciones que puedo haber experimentado. En cierta ocasión fui a la biblioteca del British Museum para enterarme del tratamiento a seguir contra cierta indisposición que me causaba ligeras molestias. Cogí el Diccionario de Medicina, enterándome de cuanto me interesaba, y luego, irreflexivamente, hojeé varias páginas y me puse a estudiar indolentemente las enfermedades en general. No recuerdo cual fue la primera dolencia con que tropecé — sólo se que era una terrible y devastadora epidemia, — y antes de haber terminado de enterarme de sus síntomas llegó a mi mente la terrible certeza de que los tenia todos. Durante unos minutos quedé heladopor el estupor, y llevado por la desesperación volví a hojear el Diccionario. Llegué hasta la fiebre tifoidea, leí sus características, descubriendo que estaba con fiebre tifoidea; debía haberla padecido durante meses enteros. Me pregunté qué otra cosa más podía padecer y abrí el capítulo dedicado al baile de San Vito, y, tal como esperaba, también sufría de esas tremendas convulsiones. Entonces mi caso, que ya bordeaba los límites de lo patológico, comenzó a interesarme, y, decidido a averiguar hasta el fin, recorrí el volumen por orden alfabético. Lo primero que encontré fue la acidosis, enterándome de que estaba en los principios de la enfermedad, cuyo periodo de más agudo tendría lugar dentro de unos quince días; con enorme alivio supe que padecía la enfermedad de Bright en su forma más moderada y que, por lo tanto, aun me quedaban algunos años de vida. Tenia el cólera, con gravísimas complicaciones, y por lo que se refería a la difteria se hubiese dicho que nací con ella.

Concienzudamente repasé las veintiséis letras del alfabeto, y la única enfermedad que, según el Diccionario, no padecía, era “la rodilla de beata”. Debo confesar que de primer momento, esto me molestó, me hizo el efecto de una especie de menosprecio, ¿por qué motivo no sufría esa enfermedad? ¿a santo de qué esta odiosa salvedad?. Sin embargo, al cabo de unos minutos, sentimientos menos egoístas brotaron de mi corazón, reflexioné sobre mi caso: padecía absolutamente todas las enfermedades conocidas menos una. ¿Acaso esto podía tacharse de menosprecio?. Si, honradamente podía prescindir de la “rodilla de beata”. La gota en su fase más aguda habíase apoderado de mis articulaciones, sin haberme enterado de ello y, por lo visto padecía de zoonosis desde mi más tierna infancia, y como no aparecían más enfermedades después de la zoonosis, me convencí de que ya no padecía de ninguna otra. Entonces me sumí en ondas reflexiones. ¡Que excelente adquisición iba a resultar para la Academia de Medicina! No sería necesario que los estudiantes acudieran a los hospitales. Teniéndome a mí -¡ un compendio de todos los males!- se ahorraban perder tiempo en visitas y conferencias; sólo haría falta que me estudiasen detenidamente, y luego podrían doctorarse con todos los honores.
Me pregunté cuánto tiempo me quedaba de vida, intenté examinarme y me tomé el pulso; de primer momento no lo encontré, luego, bruscamente, se disparó, saqué el reloj para cronometrar sus pulsaciones y obtuve como resultado la bonita cifra de 147 por minuto. Después quise auscultarme el corazón; no pude oír el más mínimo latido, ¡no estaba en su sitio! (Claro está que, a pesar de todo, mi víscera cardiaca nunca debe haber salido de mi pecho; más en aquellos instantes no podía asegurarlo, y su posible paradero me preocupó bastante).Me propiné una serie de palmadas en la parte delantera de mi “edificio”, desde lo que llamo cintura hasta la cabeza, dando la vuelta hacia cada costado y la espalda, pero no oí ni sentí nada. Quise mirarme el estado de mi lengua, la saque cuanto pude, cerrando un ojo e intentando examinarla con el otro: sólo conseguí divisar la punta — ¡y esto a riego de quedarme bizco! — cuyo extraño color me llevó al firme convencimiento de que tenia escarlatina..."

Creo que va a merecer la pena leerlo, ya os lo confirmaré cuando termine. Espero haber conseguido entreteneros un ratito con su lectura.
¡Hasta la próxima!

2 comentarios:

Verónica R. dijo...

Gracias Julia, nunca había oído hablar del autor y por supuesto tampoco de la obra. Ya el título parece gracioso y sobre todo también pensar, como he leído después, que está escrito pensando en su luna de miel y que cambió en el relato a su mujer por sus dos amigos.
Disfrútalo y luego nos acabas de contar.
Gracias de nuevo.

Beatriz dijo...

Bien!!! Estrenamos sección que me parece estupenda para que en un momento de dique seco, podamos recurrir para ver qué podemos leer. Yo en breve pondré también el mío que está super entretenido...Ah!! suspense.....
En cuanto al acta..... ya llegará, hoy me da pereza.

besos y buen fin de semana

Felices lecturas....