Cuando sea vieja, vestiré de morado,
con un sombrero rojo que ni haga juego,
ni me quede bien,
y me gastaré el dinero de mi jubilación
en coñac y guantes de verano,
y sandalias de raso.
Y diré que no hay dinero para mantequilla.
Me sentaré en el pavimento
cuando esté cansada
y devoraré muestras de las tiendas
y oprimiré los botones de alarma
y rasparé con mi bastón los barandales de las calles.
Y compensaré la austeridad de mi lejana juventud.
Saldré a caminar bajo la lluvia en zapatillas,
y arrancaré flores de jardines ajenos
y aprenderé a escupir…
Pero, tal vez debiera practicar un poco todo eso desde ahora.
Así la gente que me conoce no se asombrará,
ni se escandalizará al ver que, de pronto,
soy vieja y me empiezo a vestir de morado.Jenny Joseph ( Birmingham, Inglaterra, 1932). Periodista y poeta.
viernes, 21 de diciembre de 2012
Acta del 13 de diciembre de 2012
Llego un poco
tarde a la cena por causas ajenas a mi voluntad, y a mi apuro se suma la
indignación que siento al comprobar que en el restaurante no han respetado las
condiciones que habíamos apalabrado. Mis compañeras quitan importancia al
asunto y logro liberarme y
sumergirme en la buena onda que se respira en la mesa. Antes de sentarme tengo
que colocar el regalo de amiga invisible en una bolsa que Bea ha colocado para
recoger los presentes. Lo tiene
todo organizado. Cada una de nosotras escoge una pegatina con un número para
colocarla en el regalo que ha traído.
Ya van llegando
las últimas. Emma ha preparado un marcapáginas, personalizado especialmente
para cada una de nosotras, que nos entrega nada más llegar. Emi entra pletórica
y algo despistada, sin haber aterrizado todavía de su viaje.
Encima de los
platos hay un folleto informativo del Banco de Alimentos que ha traído Bea. Al
final nos hablará de ello.
Por el momento,
en lugar de sentirme anfitriona, que en cierto modo me toca serlo, me siento
invitada.
Ya estamos
todas las que esperábamos. Echaremos de menos durante toda la cena a Maite
(especialmente en esta ocasión), a
Isa Mary y a Mª José.
Con la
cervecita y el vino tinto comenzamos a desarrollar los puntos del Orden del
Día Desorden de la Noche.
Las hermanas
Campos nos cuentan recuerdos de su infancia en la calle donde está el
restaurante en que nos encontramos. En el piso bajo de su casa estaba la oficina
de un señor que vivía con su familia en el primer piso. La entrada a la casa daba
miedo, la dueña nunca encendía las luces de los zaguanes. A veces se refugiaba
algún mendigo en la penumbra de esa casa de techos altos y frío intenso en el
invierno. Solo estaba encendido el descansillo de la segunda planta, que era
donde vivían las hermanas Campos. La dueña era la mujer del señor que tenía su
oficina en la planta baja (omito la profesión, que esto es un pueblo). Mujer de
mal carácter, siempre gritando. La tercera planta del edificio estaba
deshabitada y en qué condiciones estaría el tejado para que las goteras
atravesaran la tercera planta y llegaran hasta la segunda donde recogían el
agua con cubos. El cartero subía un tramo de escalera y desde allí gritaba los
nombres de los vecinos. Las
hermanas se tapaban hasta el cuello con las faldillas de la mesa camilla para que les llegara el calor del brasero.
Rosa hacía de maestra de Julia, jugaba con ella, le daba agua a cucharadas y
Julia se dejaba hacer todo… Era tan buena…
Las tres
hermanas mayores se llevaban un año cada una. La última de las cuatro hermanas
nació siete años después. Hay una gran similitud entre el libro que hemos leído
y la familia Campos: tres hermanas mayores y una mucho menor. El libro es
“Cuatro hermanas”, de Jetta Carelton, como las cuatro hermanas Campos.
Seguimos
tomando los aperitivos y entramos en el siguiente desorden de la noche, que
consiste en responder a una pregunta sobre Sergio Sánchez. Sólo las hermanas Campos responden
bien (pero no reciben el premio
prometido porque he olvidado traer premios). Emi nos hablaré el próximo día del
nombre de la calle donde vive ella.
Antes de
empezar a tratar de forma global del libro elegido, hablamos del aviador
acrobático, un personaje de “Cuatro hermanas” cuya hipotética llegada a esta
cena hemos estado imaginando estos días (un juego más): No me importa pasear por las nubes, es más, a
veces tengo la sensación de que no he bajado de ellas (Rosa) Lo del aviador
y las nubes me sorprende un poco...¡quién sabe!(Julia). Nos restauraremos todo lo posible por si llega el aviador (Maite).
No me extrañaría que apareciera un
aviador(Emma)
Entramos
ya en el segundo plato (¿Carne o pescado?) y empezamos a desmenuzar el libro.
Hay
unanimidad en que el libro no ha gustado al principio, por diferentes razones
(aburrido, moralista, insulso, sin interés) pero, una vez superadas las
primeras páginas, todas hemos disfrutado con su lectura (salvo dos, que no lo
han leído) En relación con esta primera parte, algunas coincidimos en señalar
que es muy interesante releer el primer capítulo al terminar el libro
(Emma
se está portando fatal!.. Je je, dice que no lo ponga, pero lo pongo)
El
título del libro en castellano no gusta. El título original (“Moonflower vine”) es esa flor efímera, la dama de noche,
cuyo florecimiento admiran todos los miembros de la familia al anochecer cuando
se reúnen en verano.
Los temas
que trata el libro son diversos. Se apuntan los que siguen: familia,
fraternidad, amor, matrimonio, culpa, docencia, religión, mandamientos,
infidelidad, falsas apariencias, dilemas morales, libertad.
Algunas
se indignan con la postura del padre de las cuatro hermanas. Algunas lo
defienden, alegando que hay que situarlo en la época en que se desarrolla. La
discusión se va animando. A una de nosotras le parece que no hacía falta que la
madre también tuviera su aventura. A otras, por el contrario, aplauden y se
alegra de que ella también se permitiera una “alegría”.
En
cuanto a los personajes, están muy bien caracterizados, no son planos, cambian,
evolucionan, sorprenden. Reaccionan de formas imprevisibles.
De
nuevo volvemos al personaje del padre, que crea pasiones encontradas en las
lectoras. De muy humano a muy jeta. Se apunta la circunstancia de la diferencia
cultural entre el padre y la madre. Y volvemos a hablar de la culpa (vuelven ,
porque yo ya no sé ni qué anoto)
El
tema está bien llevado, muy contextualizado en la época. Se describe muy bien el
ambiente: la familia americana, los olores, las compotas. En estos aspectos
generales estamos todas de acuerdo. Es un libro que a ratos emociona. Al menos
tres coinciden en que hacía tiempo que no leían un libro con tanto agrado.
Sobre
la estructura del libro, se apunta que el primer capítulo está escrito en
primera persona y el punto de vista del resto es el de un narrador omnisciente
(detalle que indica una alumna aplicada, muy aplicada)
Leonie
es el personaje más triste. Es bonito cómo trata el tema de que se tiene que
casar con el marido de su hermana muerta.
Han
gustado mucho algunas escenas, como la del cementerio, cuando van a colocar la
lápida.
Se
superponen varias historias, que a veces narran los mismos hechos desde
distintas ópticas. El libro empieza cuando las hermanas ya son adultas (lo
narra la hermana pequeño) y luego retrocede en el tiempo y se centra en cada
uno de los miembros de la familia.
En
toda la narración se sienten los olores, el calor en las noches de verano
durmiendo al raso. El ambiente, y el clima en general, está muy conseguido,
como hemos dicho antes. El libro hace sentir el aroma de los dulces que elabora
la madre de las cuatro hermanas, por ejemplo.
En
cuanto al aspecto humano, la autora describe muy bien los sentimientos, toca la
fibra. Los personajes son creíbles, humanos. Tienen altibajos.
Vuelve
a salir una vez más el personaje del padre, con una frase terrible que en algún
momento pronuncia “Siento menos preocupación por mis hijas que por los
terneros” (frase que yo no recuerdo haber leído). Otras lo vemos como un
personaje tierno, como afirma la defensora.
Gran
discusión sobre la visión del personaje del padre. Nuevamente y con más fuerza.
Se afirma, por ejemplo, que era “farol en casa ajena”. Opina la defensora lo
siguiente: “Sí, pero al final, cuando ya son mayores, las hijas siempre vuelven
a casa en verano porque quieeeeeeren a sus padres. ¡Hala!” Me pide apoyo y yo
se lo brindo anotando sus palabras. Las opiniones opuestas se oyen desde el
otro lado de la mesa (a pesar de ser cuadrada), pero yo, a estas alturas, ya no
sirvo de amanuense ni de “na”. En lo que sí estamos de acuerdo es en la
habilidad de la autora para describir las comeduras de coco de los personajes,
el “reconcome”, como se ha dicho antes.
Una
de nosotras no ha leído el libro porque no soportó las primeras páginas. Una
vez recibida la recomendación de que aguante las cincuenta primeras, deseamos
que lo disfrute, ya que ha gustado mucho en general.
Y
con esto pasamos a los postres variados y a la propuesta de libros:
La
casa de la luna, de Ami McKay, El hombre del traje gris,
de David Sloan Wilson.
La
balada del ajo, Rana y “Grandes
pechos, amplias caderas”, de Mo Yan, Premio Nobel de Literatura de este
años (el último de los tres es el primero que se ha publicad en España de este
autor).
Rosa
lee los títulos que tiene anotados en su cuaderno: “Cada día, cada hora”, “La
conjura de los necios”, “Una temporada para silvar”, “León el africano”, etc.
“la casa de verano con piscina” , “La casa de la luna”, “El jardín olvidado”,
etc. Menos mal que todo está registrado en el cuaderno de Rosa. Un cuaderno
precioso, por cierto.
Rosalía
lee una reseña de “La casa de la luna”, una novela que le ha gustado y por
tanto la propone.
Después
de un breve debate se acuerda leer dos libros: “El coronel no tiene quien le
escriba” y “Las viudas de los jueves”.
Un mano a mano entre un Premio Nobel y una cincuentañera argetina
(Claudia Piñeiro).
La
próxima cita será el 31 de enero y, tanto la organización como el toque de
campanilla, le tocará a Marga.
No
hay sorteo de cremas porque estén adjudicadas a las de peor suerte…
Se
procede al reparto de regalos. De una bolsita que ha traído Bea extraemos un
número cada una de nosotras. Pendientes, cajitas, monederos, pañuelos,
collares, echarpes, pulseras… Todo concuerda menos unos moldes de silicona para
hacer magdalenas…
Estoy
escribiendo en el ordenador sobre un cojín, adaptado a tal menester, que me
tocó en suerte. Gracias, Marga.
Doña
Tecla informa sobre la buena marcha, por el momento, del relato enlazado.
Bea
informa sobre la recogida de alimentos y propone una cita. Hablamos también de la
campaña de recogida de juguetes.
Y,
como colofón (¿o como colocón?, hago que las hermanas Campos vuelvan a evocar
el miedo, los ruidos, los juegos y las risas y la oscuridad del caserón de su
infancia. Como las cuatro hermanas
de Jetta Careton. Una historia por escribir.
martes, 11 de diciembre de 2012
CENA DE DICIEMBRE
El trece y no martes, sino jueves, tenemos una cita en el Paladar de Felisa, calle Sergio Sánchez nº 10.
Si alguien tiene duda puede preguntar a las hermanas Campos Acedo. Ellas tienen muchas historias que contar de esa calle (que va de las traseras de San Juan a la calle Pizarro).
La cita será, como siempre, a las 9,30. No olvidéis el regalito de 6 euros máximo.
Paladearemos la cena en la planta baja, al fondo a la derecha.
¡Feliz niebla!
lunes, 10 de diciembre de 2012
DAMAS DE NOCHE
Moonflower (Damas de noche), flores majestuosas y bellas, de muy rápida floración pero de efímera vida.
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